Descubre el valle del Vésubie y las cervecerías locales en bicicleta de montaña
Esta no es solo la historia de un hermoso paseo por el valle del Vésubie, en Francia, en el escenario donde se desarrolla la Transvésubienne todos los años. Es la historia de una cerveza especial, una inundación, una comunidad que se unió en torno a los que tanto perdieron, de cómo una bicicleta eléctrica puede acortar distancias.
El Valle del Vésubie es una anomalía geográfica. Si empiezas a dibujar líneas rectas en el mapa, podrías creer que está bastante cerca de Niza. Pero estarías equivocado. De alguna manera, los valles y las montañas se retuercen y giran haciendo que la ruta de entrada y salida sea tortuosa y larga. Cada año, los ciclistas peregrinan a este lugar para la Transvésubienne, una gran carrera de montaña XC terriblemente dura que une las altas montañas del Vésubie con la playa.
El principal recuerdo de esa carrera, más allá del sufrimiento, es siempre la cerveza fría del final. Porque, ¿sabes cuál es la mejor cerveza? Aquella que te tomas bien fría después de ocho horas de tortura encima de la bici. No es una cerveza cualquiera, es la cerveza de Comte. Elaborada en Saint Martin, la línea de meta del prólogo. Adquiere su sabor único del agua que corre por las montañas. La misma agua que trajo el desastre a la cervecería y la comunidad que la rodea.
El 2 de octubre de 2020, Laurent Fredj, maestro cervecero, fue a trabajar como cualquier mañana. Había habido advertencias meteorológicas pero aquí en las montañas están acostumbrados al mal tiempo. Como dice él, "aquí, cuando llueve, llueve de verdad". Mientras la lluvia caía sobre el techo de metal, su pequeño equipo se afanó con el último lote, preparándose para embotellar la cerveza. Pero a la hora de la comida empezó a preocuparse un poco. Se avecinaba una gran tormenta, más grande de lo normal.
Reunió a sus hombres y les aconsejó que hicieran una pausa para mover sus coches a un punto más alto. Cuando empezó la tarde, el ruido cambió. Aumentó, volviéndose más urgente, más preocupante. Era viernes y de todos modos salían a las tres y media de trabajar, así que envió a su equipo a casa y cerró las puertas. Las aguas no paraban de subir y se marchó muy preocupado por la posible gravedad de los daños, pensando en cuánto tardaría en secarse todo, cuánto tiempo de producción perdería...
Nada podía prepararle para lo que vio mientras se dirigía hacia el lugar a la mañana siguiente para comprobar los daños. Todos los días le gustaba observar el edificio desde el puente cerca de su casa, pero esta vez no podía creer lo que veía. Había desaparecido. El mismo suelo sobre el que estaba construido el edificio fue arrastrado, no dejando más que agua, tierra y rocas. No quedaba mucho más que un cráter allí donde, pocas horas antes, se encontraba el fruto del trabajo de toda su vida. Laurent, un hombre duro y montañés, con poco tiempo para el lado más agradable de la vida, tiene que hacer una pausa para contar su historia mientras, con lágrimas en los ojos, lucha por que las palabras salgan.
La tormenta Alex no se parecía a ninguna otra tormenta. En el transcurso de 24 horas, 900 mm de lluvia cayeron sobre las montañas de Saint Martin de Vésubie. Para contextualizarlo, la precipitación media anual en París es de 641 mm. Ese increíble volumen de lluvia envió 45 millones de metros cúbicos de agua y 45 millones de metros cúbicos de sedimentos al valle, llevándose con ellos 100 hogares, 12 negocios y cuatro vidas. Laurent dice con tristeza que podía haber sido mucho peor si la tormenta hubiera comenzado durante la noche, cuando la gente estaba en la cama.
Con el valle en ruinas, no hay otra alternativa que subir. A lo largo del flanco oeste del valle hay un sendero en cresta que va desde La Colmiane hasta Utelle. En un valle tan profundo, llegar a ese sendero no es poco. Las laderas inferiores se quedaron en ruinas después de la tormenta, y cada afluente o torrente sufrió el mismo destino que el río de abajo, en una escala más pequeña y empinada. Hoy en día, los caminos y pistas que ascienden hacia el sendero vuelven a estar abiertos, pero inmediatamente después era peligroso cruzar los desfiladeros y barrancos creados por el temporal. Llegar a los senderos más altos debería proporcionar alivio, pero encima de la bicicleta se divisan pendientes que solo una cabra montesa podría escalar y pronto la bicicleta se sube al borde con la cresta aún muy arriba.
Siguiendo hacia adelante, por fin llegas a la cresta y puedes comenzar a disfrutar del viaje. Mirando hacia atrás se puede ver el valle muy por debajo. Solo una fina franja gris que flanquea el río muestra la destrucción inimaginable, una diminuta y lúgubre muestra del desastre.
Una vez rodeado el monolito de piedra Brec D’Utelle, es hora de prepararse para el primer descenso real de regreso hacia el río. El sendero está plagado de incómodos salientes de piedra y rocas rodantes, pero de alguna manera, si lo haces correctamente, la bicicleta fluye entre ellos. Es difícil subir en una bicicleta eléctrica hasta esa cresta, pero ahora, en el descenso, esos neumáticos adherentes y la gran suspensión son un regalo del cielo, una experiencia mucho más divertida que llegar a la línea roja a bordo de una bicicleta XC básica.
El río que atraviesa Utelle sobrevivió a la tormenta: el valle es más profundo en este punto, por lo que el agua no causó los mismos estragos. Sin embargo, cruzar el río significa volver a subir. Las laderas más bajas son más suaves aquí mientras asciendes hacia el pueblo encaramado de Loda, que sigue hacia Col de Porte. Hay tiempo para realizar una breve pausa en el camino entre Vésubie y Paillons, antes de que alejarte una vez más de la civilización y subir por el flanco norte de Beasse. En poco tiempo, las cosas se vuelven demasiado difíciles para pedalear y pongo la bicicleta en mis hombros para que descanse. La única forma de seguir adelante es diciéndote a ti mismo que esta es la última gran subida. Mientras bordeas los flancos del Beasse, llegas al final de la última gran subida y puedes empezar a pensar en el descenso.
Al salir del bosque alpino, sigues la cresta hacia abajo a través de Rocca Sparviera, un pueblo medieval abandonado con una historia sangrienta. Otra pequeña subida te lleva de vuelta a la cresta hacia Mont Macaron. Sin embargo, pronto el largo descenso comienza hacerse tan duro como la subida. Para mantener tu ritmo, debes trabajar constantemente, buscando líneas que te permitan evitar las peores rocas y mantener tu velocidad. Si resbalas y pierdes velocidad, la parada y el arranque se convierten en una pesadilla de formas complicadas, pero mantener la velocidad también tiene un precio y pronto tus brazos y manos empiezan a arder. Afortunadamente, a medida que te acercas a Mont Macaron, las cosas se vuelven más fáciles. Llegas a las zonas donde la gente pasea y hace senderismo con regularidad, por lo que las pistas están un poco más usadas y es más fácil llevar el ritmo.
Desde aquí hay una breve inmersión al valle de Paillons y al destino final: La Grave de Peille. Sentado a orillas de un río muy diferente se encuentra la Brasserie de Ligures. Guillaume, el maestro cervecero, está esperando con una cerveza fría.
Esta es una de las tres fábricas de cerveza donde se elabora la cerveza de Laurent mientras reconstruye la suya. Guillaume dice que la decisión de ayudar a sus compañeros cerveceros fue fácil de tomar. Los ve como una comunidad, e incluso dejó que uno de los miembros del personal de Laurent viniera a trabajar a su fábrica de cerveza para supervisar la producción, salvando un puesto de trabajo en el proceso. Está orgulloso de que, como artesanos, se cuiden mutuamente, incluso si pasan gran parte del tiempo protegiendo cuidadosamente sus secretos el uno del otro.
Por supuesto, en Peille no elaboran la cerveza de siempre Bière de Comte. El pueblo se alimenta del Paillon, no del Vésubie, por lo que el agua no es la misma, y la cerveza no tendría el mismo sabor. En su lugar, han llamado a esta cerveza provisional Monta Cala, que significa "subir y bajar" en el dialecto local, y que ilustra los viajes de ida y vuelta entre el litoral y las montañas.
Mientras tanto, en las montañas, Laurent se concentra en la reconstrucción. Ya está trabajando en una nueva instalación que aumentará su producción de 4.000 a 10.000 litros diarios. Y Guillaume ve aspectos positivos en esta colaboración: “Trabajando con ellos tenemos la oportunidad de aprender un poco sobre cómo hacen las cosas y, con suerte, ellos también aprenderán un poco sobre cómo trabajamos nosotros. De esta manera habremos aprendido algo nuevo y todos saldremos más fuertes de este desastre”. Se necesitará más que un desastre natural para que la cerveza deje de fluir.